
EL PRIMER LADRILLO
“El primer ladrillo” fue el segundo título propuesto para la obra que se terminó nombrando “El Mono en el Trono” pero terminó siendo el título de la primera fase del plan que quiero hacer caminar poco a poco.
Por mucho tiempo tuve un constante flujo de ideas gigantes; me causaba emoción el imaginarlas incorporadas en el mundo, pero además de lo dificultosa que es la planeación para poder afirmar su respectiva viabilidad, me encontraba con un mismo obstáculo, constante en cada una de ellas:
Para hacerlo sin dinero, se necesita una pluralidad de personas que sean capaces de ver la imagen, sus posibilidades y que les guste tanto o estén tan convencidas como para embarcarse a invertir una cantidad importante de su tiempo en ello y aunque busqué, no hubo muchas respuestas, así que la única opción es empresarial, contratando a las personas una vez tenga las ideas concretas, un plan de acción delimitado y capital suficiente para arrojarle.
Así que mi primer reto fue encontrar una actividad que pudiese desempeñar por mi cuenta con un potencial decente, además de algo que no fuese a crecer tanto como para requerir mi atención indefinidamente o algo que tarde décadas en finalizarse, algo “solo mío” con un principio y un fin determinado y a mediano plazo.
Intenté la creación de contenido en muchas plataformas por medio de contenido audiovisual, pero al ser una persona perfeccionista que tiene el impulso por tirar a la basura semanas de trabajo si algo no me termina agradando lo suficiente, me hizo imposible tener tantas variables en el aire: audio, video, escenas, tomas, enfoques, calidad, dirección; todas esas cosas me mareaban y me causaba rabia cuando una se caía debido a la amplia atención que cada aspecto requiere, por lo que terminaba borrando el resultado final de las plataformas horas o días después de su publicación, incluso aunque las pocas personas que llegaban a verlo me diesen buenas críticas.
Nada era suficiente porque aún podía notar cómo mejorarlo, pero el atacar cada cosa implicaba semanas o meses para aprender a hacerlo correctamente, tiempo que no disfrutaba ni un poco debido a que solo puedo enfocarme en el fin y este ni siquiera me terminaba de convencer.
Como siempre tuve una pasión ferviente por la palabra escrita y debido a que es unidimensional, por lo que tendría la libertad de centrarme completamente en ella, con las posibilidades infinitas que la imaginación contiene, me pareció el inicio perfecto.
La única posible desventaja es el alcance, pero no me molesta tratar de idear al respecto.
Las historia de ficción y las lecciones que llegaron a mí en ciertos escenarios de mi vida me dieron el combustible y molde para fabricar escritos alrededor de ellas. “El primer ladrillo” es una colección de cuatro libros; dos títulos con una secuela cada uno.
EL MONO EN EL TRONO
Es el viaje filosófico en el que me embarqué para redefinir los aspectos que componen al mundo humano en donde el primer libro se enfoca en cierta neutralidad ante las cosas más básicas y el segundo en la especificidad, escenarios más “tabú” o “complicados” a pesar de que pueden seguir residiendo en los fundamentos del mundo que construimos o la realidad en la que vivimos (el último capítulo del primer libro es un borrador que inicialmente iría en el segundo pero que decidí integrar al primer tomo).
PROYECTO “ANHEV”
Es una historia cuyo final apareció misteriosamente en un sueño mientras me encontraba en el más bajo punto de mi vida y que he estado creando en mi mente desde entonces, poco a poco.
Una historia que prácticamente está completa pero que disfruto en añadirle buenos detalles e incorporar diferentes dinámicas antes de su publicación.
Utilizaré el primer ingreso generado de dichas obras para financiar su traducción al inglés y posteriormente, financiar las siguientes dos fases.
Me siento muy bien al escribir y posiblemente lo haré toda mi vida, pero es algo que haré esporádicamente y por recreación después de esas cuatro obras.
La siguiente fase se llama: